viernes, 2 de octubre de 2015

Trying Hard Vol. 1

Algunas personas tienen una imaginación tan poderosa que consigue herirlos más que la propia realidad.
A veces me sorprende como un visitante sin invitación, que viene a molestar un rato. Y no se larga. Nunca he sabido darle largas a nadie, así que a veces las despedidas se prolongan tanto que dejan de tener significado.
Cuando luchas contra tu propia mente, es difícil mantenerse en el bando ganador. Porque eres tú mismo quien está jodiéndo, como si tú mismo quisieras joderte, y, joder, eso no debería tener sentido.
A veces me enfado, me compadezco, por qué tendré esta imaginación tan cruel, qué pretenderá de mi, qué buscará, y procuro ignorarme un rato, hasta que se me pasa.
Tengo que huir de mi de alguna manera.

Cuando empuño un cuchillo y me dispongo a cortar, casi siempre dentro de la legalidad, me encuentro a mi misma imaginando cómo sería si se me resbalase, o fallase de algún modo, y me cortase los dedos. Siento el corte rápido, penetrante, hundiéndose en la carne y frenándose en el hueso. Es una imagen mental que apenas se prolonga unas milésimas, pero que consigue helarme la sangre. Casi puedo sentir el acero atravesando la piel hasta llegar al duro hueso. Un zas limpio, y luego un crack. Dolor. Y está todo en mi mente. Es una puta maravilla.
Y no se limita a los cuchillos. A veces me puedo sentir tropezar claramente, y caer, romperme los dientes. El choque a cámara lenta, las astillas, la sangre, cosas que no están donde deberían estar, cosas que no volverán a estar bien jamás. Apenas unas milésimas, y se desvanecen, dejándome el reguero frío del recuerdo en el cuerpo.
Siempre he guardado esto como un secreto que nadie iba a comprender.
A fin de cuentas, ¿por qué querría herirme mi mente de una manera tan gratuita?
¿Qué le habré hecho YO?

Intento no pensar en quién tiene razón. Intento, por todos los medios, ser la única cosa que me importe.
Lo intento con todas mis fuerzas.